Por: Jose Eduardo Moncada A.
Para empezar
escribo esto no porque no tenga otro tema más interesante que escribir, como
política que es un tema del cual no me llama mucho la atención, o de fútbol un
tema de los que me apasiona sino que lo vi echado en mi cama con las orejas que
le tapan los ojos y la lengua afuera que yo mismo me pregunte: ¿Por qué no
escribir de él?
Decidí que él sea
mi tema principal cosa que ya lo es pero no solo es un tema, para mi es mi
vida, mi preocupación, mi prioridad y motivación. Suena muy romántico o
anticuado y lo sé pero en tan poco tiempo ha pasado mucho con este perro que si
hablara no dudo que me aconsejaría o contaría todo lo que le he podido contar.
¿Cómo llegó el a mí? O ¿Cómo llegue yo a él?...
Todo empezó un sábado 14 de Septiembre del 2013, aún estaba en el colegio y los fines de semana eran los mejores días que podían existir (como aun lo son), los sábados solía ir al famoso Campo de Marte a jugar fútbol con mi amada promoción desde las 8 de la mañana hasta que no pudiésemos más que bordearía las 2 o 3 de la tarde. Ese día después de terminar de jugar contra cualquier equipo que se presentaba recibí una llamada que fue de mi papá que me dijo: Hijo ven para “el flecha” (campo de fútbol) inmediatamente.
Fui corriendo
dejando a todos mis amigos y había un campeonato, mi papá me dijo anda al arco
rápido. Una vez jugado el partido yo me despedí y me retiraría a mi casa, pero
saliendo sucedió algo extraño y lo pude percatar. A lo lejos note como un señor
demasiado embriagado renegaba y gritaba: ¡carajo deja de llorar! , cuando me
acerque a observar (soy muy curioso), vi como el señor tomaba una bolsa negra y
adentro estaba metiendo a un perrito demasiado pequeño, de pelaje rubio, una
cola extensa, con los ojos cerrados y llorando.
Quise alejarme de
la situación por el miedo al borracho, pero me metí, le quite la bolsa al señor
y le reclame: ¡Porque hace esto! , el solo se dignó a decirme: ¡No te metas
sinvergüenza! Y procedió a darme un tremendo golpe con la parte baja de una
botella de ron, con el perro en mano solo pude dejarlo en el suelo al señor y echarme
a correr, me dirigía hacia mi casa la cual quedaba a dos cuadras del “flecha”
pero me detuve de inmediato, en mi casa había una persona que por más que yo le
había pedido un perro no lo aceptaba. Mi abuela. Que iba a decir cuando yo
llegase a casa con un perro, y estuve caminando por las calles, abrigándolo con
lo que podía hasta que me arme de valor y fui a casa.
Mi abuela me miro y
dijo: ese animal no se quedara en esta casa por favor sácalo, no le hice caso y
me metí a mi cuarto encerrando con llave, luego cuando mi abuela se calmó le conté
como sucedieron las cosas y dijo: Tú te encargas de el en todo aspecto a mí no
me pidas ni un sol ni tampoco que lo cuide, con la tristeza de saber que mi
abuela no lo quería solo pude decir está bien.
Ya pasaban los
días, lo lleve al veterinario y el doctor me pudo decir: este perro cuando lo
recogiste habrá tenido 4 días de nacido, es decir nació un 9 se Septiembre. El
doctor dijo: eres una muy buena persona muchacho y yo alegre me fui con mi
perro ya vacunado y revisado por el doctor y así trascurrieron los días.
Los peores días y la mejor señal…
Pasaban los días y Luca ya jugaba mucho hasta destruía las cosas como todo perro, a mí no me importaba solo me importaba que estuviese conmigo, hasta que llego un tío, Lucho el mal agüero, él se quedó en mi casa unos días y se quejó del perro. Mi abuela enojada me dijo un martes: Regala a ese perro, solo se quedara hasta el sábado, sino lo votare y hablo enserio. No quedaba de otra, Luca tenía que irse.
Puse un anuncio
donde lo daba en adopción pero hubo algo que marco mi vida, resulta que el
jueves 21 de octubre Luca no estaba, yo desperté asustado porque no se
encontraba en mi pecho, lo busque por todo el cuarto y nada. Cuando en eso lo
veo entrando a mi habitación escondiéndose debajo de mi cama luego de unos diez
segundos se escuchó: ¡JOSE EDUARDO DE M””” ESE PERRO SE HA HECHO EN MI SANDALIA
Y LO ACABO DE PISAR, ESE PERRO SE LARGA! , me comencé a reír como nunca, lo
saque debajo de mi cama y lo abrace, este perro es como yo, no por el sentido
de lo que hizo sino por la travesura, era travieso.
Le propuse un trato
a mi papa que se quedara con él, yo me haría cargo y lo visitaría y mi papa
accedió por el simple hecho de yo ser feliz. Luego al poco tiempo a mí también
me votaron de mi casa y me fui a vivir con mi papá, así que Luca de nuevo
estaba conmigo, el destino no quiso que nos separáramos tanto tiempo.
El mejor amigo del
hombre… un gran amigo.
Pasó el tiempo y Luca aprendió muchas cosas como sentarse, subir a árboles y ser coqueto aunque no lo crean es un perro muy hábil.
Muchas cosas he
pasado con él, tanto buenas como malas pero siempre junto a él, muchas veces
nos hemos ido al parque hasta las tres o cuatro de la mañana por el simple
hecho en que yo estaba mal y caminando me calmaba, le he contado mis cosas,
como si el me fuese a responder, algo ilógico, pero sabe que cuando lloro solo
se acuesta y me mira, muchas veces me seca las lágrimas con sus lamidas, como
diciendo: “tranquilo, no llores”.
Aparte de eso para
mí es como un hijo que defiende y esta alerta a cualquier circunstancia, que
obedece aunque hay muchas veces que deja llevar. Un perro el cual me espera
despierto hasta altas horas de la noche para que recién duerma, también que da
miles de vueltas para que uno lo saque a pasear, o su meneo de cola cada vez
que yo llego de la universidad y me mira.
Aunque muchas veces
diga, “este es un hijo de perra” (en el buen sentido de la palabra), o “si se
va normal no me afectaría”, solo lo digo por decir, pero la realidad es que ya
no es un perro que encontré y recibí un golpe en la calle por el sino más que
eso, es mi hijo, por el cual tengo que cuidarlo, atenderlo, pensar en él, si se
enferma quedarme con él hasta que se cure, o comprarle todos los juguetes y
ropa posible para que se sienta bien, dejarle comida y agua , volver lo más
rápido posible a casa porque sé que él me espera. No es un recogido Luca sino
mi hijo Luca.
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