Por: Fernando Cuadros.
Esta vez busco una respuesta a
tal interrogante que me formulé desde que se puso de moda, la fugaz canción del
carismático Marco Romero titulada: ‘Porque yo creo en ti’.
Para comenzar, me pareció una cojudez lucrar
con una seguidilla de victorias que no nos iban a llevar al mundial de Brasil.
Es claro que si no ganaste cuatro partidos seguidos en las Eliminatorias y no
sacas ni un solo punto en los partidos de visita, ya tus chances se vuelven
casi imposibles. Y digo casi porque la única manera de llegar al mundial de
fútbol era pitagóricamente o aplicando algún teorema de Descartes o quizá que
se caiga el avión de alguna delegación que ocupa el lugar donde queremos (mas no
merecemos) estar.
Los triunfos alentadores ante
Venezuela, Chile, Ecuador y el empate ante Argentina, nos encerraron en la
burbuja del triunfalismo apresurado, del endiosamiento al jugador que celebra
los goles haciendo un gesto de silencio a la afición, ante la tirada de pera del niño cóndor (que se
vaya a estudiar el mocoso, la selección juega en las noches, y el niño para
todo el día en la videna), los chamanes y los titulares endiosando a los cuatro
fantásticos o al guerrero del gol.
Admito que ante mi actitud realista,
pensé en alguna esperanza, para que mentir, pero no como los demás, mantuve una
actitud serena ante el bombardeo de ilusiones. Toda mi fe la puse en el
decisivo partido ante Uruguay. Lo perdimos. Con rabia, con la bronca de
Guerrero, con el hincha reprochándole al arbitro que se vendió. Sabemos que así
no fue. No quiero hablar netamente de cómo se desarrollo ese juego, solo diré
que lo perdimos porque no la embocamos. Los charrúas con su juego sui generis,
nos dejaron fuera de Brasil.
Ahí fue cuando me cuestioné, ¿por
qué? ¿Por qué nos agarran de tontos? Esperaron dos años de competencia para
reaccionar en los últimos juegos, nos vendieron la idea de que podemos ir si
ganamos acá, fulano pierde allá, con tantos goles en contra, y sutano empata
por allí, sin hacer goles y la lesión de éste, con la magia del otro, y esa
serie de farsas que nos inyectaron en la mente día tras día.
Nunca pienso darle la espalda a
la selección de mi país, pero sí puedo ser crítico, y puedo exigir que se regrese
al buen fútbol del que solo tengo recuerdos por los vídeos que vi, o los
relatos de mi padre, entusiasmado él, hablándome de la selección de los
setentas, ochentas. ‘Ya no habrán
jugadores como Chumpitaz, el chiquillo Duarte, el trucha Rojas, el patrón Velasquez;
no veremos más un medio campo de lujo, con el Cholo Sotil, el cabezón Miflin, Robertito
Chale, el poeta de la zurda César Cueto y una delantera de oro, con jugadores
como Navarro, Oblitas, Perico León’. Yo lo escucho y asiento, le doy la
razón, ya no pueden seguir vendiéndonos esa idea de que Perú es un país cantera
de hinchas, cuando siempre hemos sido cantera de buen fútbol.
Nuestra querida selección
regresará al prestigio mundial, cuando desde la base, que somos nosotros los
hinchas, mantengamos una actitud tranquila, podemos celebrar pero sin caer en
triunfalismos equívocos. También con la prensa, en especial la de tirada
popular y que le encanta vender humo, como Depor, por ejemplo, qué ridiculez
dedicarle semanas al jugador que hace un gol y, desde el 2010, en cada
encabezado de su mediocre diario, en el espacio dedicado al equipo peruano,
titular ‘La era del Mago’. Como dijo Miguel Ángel Company, somos el único país
que llama ‘Mago’ a Markarián, por el hecho de no estar acostumbrados a ganar
cosas o porque ya se nos hace extraño encontrar buenos resultados o ganar un
nombre a nivel internacional (alude a la campaña del técnico uruguayo con el
Sporting Cristal en la Libertadores del 97, y por la supuesta clasificación a
Brasil 2014).
Para culminar, se debe educar a
los jugadores, no todo es mover bien el balón. Hay que tener jugadores
comprometidos, que les importe más venir a jugar por su país, que venir al país
a lucir un nuevo look o ir de rumba con alguna modelo. Jugadores inteligentes,
fuertes en mentalidad, que sepan ser fríos a la hora de los partidos decisivos
y no hacer expulsar tontamente (para Zambrano y Paolo). Y así, llegaremos a
algún mundial (para dar vergüenza, pero llegaremos).
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