sábado, 1 de noviembre de 2014

NO ERA UNA NIÑA, NO ERA UNA MUJER, ERA UNA…….

La primera vez que la vi me pareció una niña muy graciosa. Era bajita  y no llegaba al metro cincuenta, su cara de niña bonita, sus hombros y torsos delicados contrastaban con sus rotundas y voluptuosas caderas  que se suavizaban con su rápido caminar pero gracioso. Yo me ganaba la vida con una mototaxi; ella ayudaba a sus padres, que tenían un negocio de ventas de calzados en el mercado; en los meses de estudios escolares, ella todavía estaba en el colegio.

Me crucé varias veces con ella. Iba vestida de uniforme plomo que la hacía más niña aun, pero grande fue mi sorpresa al saber que estaba en el último año de secundaria, pues no representaba en absoluto la edad escolar que cursaba. En el tiempo que la conocí nunca la observé con un chico, a pesar de que ya era cortejada por algunos; simplemente ella no les hacía caso. 

El año siguiente, la vi con un buzo guinda que era el color característico de los alumnos de educación física del pedagógico estatal de chincha; en esos cinco años de estudios solamente la llegué a ver con compañeros de estudios, inclusive los fines de semana, algunas veces la miraba en casas que no eran las de sus padres, asistía a reuniones sociales donde se bebía todo tipo de licor, pero estas reuniones tenían un halo misterioso, porque las había visto con cervezas en las manos entrando  apresuradamente a esas casa.

Ya un tiempo después, recibida ya como profesora, se le veía diferente, se le veía como mujer y no como niña, a pesar de que su físico y apariencia no había variado mucho, pero su mirada se le notaba pura e imperturbable. Después, comenzó a hacer su vida independiente, ya no ayudaba a sus padres en el mercado, tenía dos hermanas mayores, una era poco femenina y la otra, en cambio,  si era una bella mujer que se quedó siendo una madre soltera. Las dos atendían un negocio en una de las calles principales de chincha alta, donde vendían todo tipo de adornos; ella solo andaba con mujeres jóvenes, pero un poco raras por su forma de comportarse porque siempre caminaban por calles solitarias y a altas horas de la noche. Su andar había cambiado, no obstante, sus caderas seguían intactas.

No sé cuándo la dejé de ver. Pasaron algunos años y yo seguía mototaxeando con algunas experiencias buenas y otras malas, hasta que un día como a las once y pico de la noche me tomaron una carrera tres mujeres, una era ya mayor como de treinta años, la otra era una chiquilla de dieciséis y la tercera aparentaba veinte años, Luego de unos minutos, me di cuenta que la mayor trataba de convencer a la más chiquilla de subir a la moto, y la segunda ya estaba sentada esperando. Después, la más joven se fue. La mujer mayor que tenía un aspecto hombreado por su mirada y porque vestía una casaca de cuero, camisa y pantalón jean, ingresó a los asientos de la mototaxi maldiciendo como hombre de cantina, diciéndole a la otra: “esta cojuda no ha querido venir”, y la otra le respondió: “ya, la semana que viene yo te la traigo, no te preocupes”; entonces, la de aspecto varonil, dirigiéndose hacia mí, me dijo: “llévanos a la bodega”, yo le dije que ya.  Ese era un bar donde asistían puras lesbianas. Esboce una sonrisa y me dije: “lesbianas de mierda como malogran a las chiquillas”.

Llegué rápido al bar, pues estaba cerca de donde me tomaron, paré justo en la puerta y en el interior había un grupo  de chicas todavía jóvenes, fijé bien la vista y para mi sorpresa estaba sentada cerca a la puerta del bar la chica que no era una niña, aquella bajita que no llegaba al metro cincuenta, tenía abrazada a la otra chica a la cual besaba en los labios. ¡Era lesbiana!
Por : Trilce Reyes 







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